14.9.18

El Periódico Mediterráneo, Eric Gras (Y el cielo era una bestia)

Un territorio literario fértil: Castellón

La aparición de la nueva novela del escritor de Almassora Robert Juan-Cantavella o el reciente galardón teatral obtenido por Javier Vicedo dejan buena muestra de la calidad literaria que emerge en la provincia


Eric Gras
05/10/2014

Suelo recibir muchos correos electrónicos a lo largo del día. La comunicación vía e-mail es un hecho, forma parte de nuestro día a día. Inmersos como estamos en la era de la tecnología, podría decirse que se ha vuelto una herramienta indispensable. Todos estamos ligados a nuestro correo, somos seres dependientes, casi esclavos. Resulta lógico, pues uno ha de permanecer interconectado si quiere conocer la actualidad. Resulta, también, abrumador, por no decir que causa verdadero pavor, pues nos tornamos seres subordinados, a merced de un mercado que en nada nos beneficia --a priori--.

A principios del mes de septiembre recibí un e-mail que me alegró el día. Su remitente era Robert Juan-Cantavella. En su misiva me informaba de la publicación de su última novela. No pude ocultar mi alegría y le di la enhorabuena una o dos o tres veces, no recuerdo. “¡Qué gran noticia!”-- exclamé para mis adentros--. Y el cielo era una bestia es el título de este, su libro; un libro que acaba de salir publicado esta misma semana en una de las editoriales de mayor relevancia a nivel mundial en lengua castellana: Anagrama.

Si la aparición de la nueva novela de Robert ya era noticia, el hecho de formar parte del catálogo de Anagrama es un auténtico hito. El de Almassora, aunque afincado en Barcelona hace ya varios años, se une a un listado de autores que deja perplejo a cualquier mitómano de la literatura. Jorge Herralde, su ‘alma mater’ y buque insignia de la edición, ha logrado desde 1969 reunir a algunos de los grandes maestros de la palabra. Podría citar ahora mismo a Sergio Pitol, Enrique Vila-Matas, Roberto Bolaño, Ricardo Piglia, Rafael Chirbes, Javier Tomeo o Álvaro Pombo, Juan Villoro, también a Javier Marías en sus inicios, Thomas Bernhard, Vladimir Nabokov, Patrick Modiano, Ian McEwan, Albert Cohen, Martin Amis, Norman Mailer, Paul Auster, Jack Kerouac, Charles Bukowski, Allen Ginsberg, William S. Burroughs, Truman Capote, Tom Wolfe, Richard Ford, Raymond Carver… Leer estos nombres le eriza a uno la piel, y no exagero. Son autores ya inmortales de la literatura. De ahí la excitación por saber y ser consciente de que un castellonense --uno de los nuestros-- ha entrado en el Olimpo.

En Y el cielo era una bestia, Robert Juan-Cantavella crea, tal y como remarcan desde la propia Anagrama, “un mundo cerrado lleno de puertas traseras y teñido de antiguos saberes iconoclastas”. Su protagonista, Sigurd Mutt, se ve inmerso tras una serie de acontecimientos en dos universos que le son ajenos: por una parte, la vida recatada del escritor José Echegaray, primer Nobel de la literatura española, y por otra, la vida improbable de un santo medieval llamado Columbkill, hacedor de milagros y guerrero infatigable. Con su particular estilo y experimentación, Juan-Cantavella presenta “un excitante relato de misterio que es también la historia de unas ideas inciertas y un gabinete de curiosidades”. Sin duda, este es otro paso más --y mejor-- en la carrera del de Almassora, que desde la aparición de su Proust Fiction ha ido elevando el nivel hasta forjarse una sólida reputación en el siempre intrincado mundo editorial.

Recuerdo que en una ocasión Robert me confesó: “no sé muy bien por qué escribo, me lo he preguntado algunas veces y no he llegado a creerme ninguna respuesta”. Parece ser algo habitual entre autores. Escriben por un motivo o por varios o por ninguno en particular. Pero escriben, al fin y al cabo. Lo demuestra también Javier Vicedo Alós, otro castellonense que ha decidido dar la sorpresa en estos días al recibir un galardón tan importante como el Premio Calderón de la Barca de Teatro. Otro éxito, para él y para la provincia de Castellón, que no olvidemos es un territorio fértil a nivel literario, aunque no le hayamos prestado la suficiente atención.